En el Colegio Santísimo Rosario sigue palpitando el corazón del Padre Reginaldo en cada uno de sus hijos que continúan su sueño de «preparar el corazón y la inteligencia de los niños y jóvenes» de Villa Santa Rosa de Río Primero. Madre Rocío nos comparte cómo lo sienten vivo y presente hoy.
“¿Sabés quién pasó por esta puerta?” Fue la pregunta que Francisco, un estudiante de 3° grado, le hizo a su papá un día a la salida del colegio. Su papá le respondió: “no”. Francisco continuó: “por esta puerta que tiene como 130 años pasó el Padre Reginaldo, que era amigo del Cura Brochero!!!”. Este simpático diálogo nos muestra que la presencia de nuestro Padre Reginaldo en esta comunidad es muy natural.
Somos una comunidad educativa relativamente pequeña si miramos a los que estamos hoy caminando por nuestras galerías. Sin embargo en nuestro colegio viven miles de recuerdos, muchísimas historias, familias y tradiciones que día a día cobran vida porque alguno de nosotros la encarna, ya sea por ser miembro de alguna familia que desde siempre perteneció al Santísimo o por el espíritu que se respira, es decir, por el legado del carisma. Se suele decir que los carismas son regalos de Dios para su pueblo dados especialmente a una persona. En nuestro caso, al Padre Reginaldo, quien en su generosidad fecundó esta enorme familia.
Allá por el año 1894 Reginaldo Toro, obispo de Córdoba en ese momento, llegó a esta Villa con un grupo de hermanas y algunas alumnas del colegio de Córdoba, para colocar la piedra fundamental de lo que sería el Colegio Del Santísimo Rosario. Desde ese día, tanto él como sus hijas, no pudimos dejar estas tierras. Cuentan los relatos de las primeras hermanas, que nuestro Padre solía venir muy seguido a Santa Rosa, un afecto especial seguramente lo unía a esta comunidad a quien él decidió poner bajo la protección de la Reina Del Santísimo Rosario.
Hoy, a más de 125 años de aquella historia, quienes formamos parte de la familia del Santísimo nos sabemos herederos de una misión que sigue siendo desafiante, la de “preparar el corazón y la inteligencia de los niños y jóvenes que se nos confían”. Y no sólo lo sabemos, sino que creemos firmemente y sentimos su presencia de Padre a nuestro lado, mostrándonos la manera de caminar sin miedo los nuevos tiempos, la compasión a la humanidad doliente, el abrazo cercano a quien lo necesite.
En esta comunidad de Santa Rosa fue en la que al Padre Reginaldo además de descansar, de tomar evaluaciones anuales, de ayudar en la construcción del edificio, sufrió su ataque de hemiplejía. En esta comunidad, aunque no esté documentado, seguramente Reginaldo y José Gabriel Brochero se habrán tomado unos mates. ¿Y por qué no pensarlo? Para nosotros decir que Reginaldo construyó el cole con sus manos y que se encontraba con Brochero, un santo nacido en estas tierras, es muy natural.
Cada 21 de agosto lo celebramos con una fiesta, primero dando gracias a Dios en la Eucaristía y después jugando juntos, desde los más pequeños del jardín hasta los más grandes del secundario. Juntos como una familia, porque eso somos, una gran familia. La familia del Santísimo que él quiso para Villa Santa Rosa.
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