Dejándolo todo lo siguieron (Lc. 5,11)

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Propiedad de San José

Esta Congregación de Hermanas Dominicas es “De San José”, él es su padre y patrono, es quien la custodia todos los días… al ser un regalo que fray Reginaldo quiso hacerle por los cuidados que brindó a María y a Jesús, puede decirse que la Congregación, es suya. Es como decía el fundador, un rebaño que le pertenece, por eso confía en sus manos, que también Ella es protegida con delicado amor.

Por ser “De San José”, en el día de su solemnidad, muchas hermanas han realizado su primera profesión de votos en esa fecha, han renovado este compromiso anualmente y también se han realizado profesiones de votos perpetuos. En el día de San José, muchas religiosas han sellado su alianza de amor, de entrega y fidelidad como Dominica, por eso no es un día como todos, es un día más que especial. En medio de la Cuaresma, toda la Iglesia celebra a su Patrono y este 2021 recuerda los 150 años de esta declaración.

Seguimiento que cuesta

La vida religiosa es una vida esponsal, donde cada hermana mantiene una relación de amor con Jesús. Este compromiso se manifiesta públicamente a través de los “votos”, o profesión religiosa que realizan, de vivir en pobreza, castidad y obediencia. Es un estado de vida que implica muchas renuncias sí, pero también grandes alegrías y gratificaciones. Entre lo que se deja suele costar el dejar la familia, los amigos, el barrio… “dejándolo todo lo siguieron, dice el Evangelio. Pero este desarraigo no es el único que se experimenta y duele, durante toda la vida se vive. Cambiar de comunidad, de apostolado, de proyectos, dejar grupos de amigos, niños y adolescentes en crecimiento… se hace difícil muchas veces. Es lo que se experimenta cuando hay traslados, cuando las autoridades, guiadas por el Espíritu, ven que la religiosa debe volver a dejar todo y seguir a Jesús en otro lugar.

Nuestras hermanas junioras, que están en formación inicial, han sido trasladadas y algunas de ellas nos comparten sus testimonios. En sus nuevas comunidades, realizarán el próximo 19 de marzo, su renovación de votos, de su sí a Jesús, a su voluntad manifestada en las superioras. Rezamos por cada una que en este tiempo de incertidumbres se animan a seguir a Jesús con un estilo de vida diferente.

Ellas son Hnas. Mercedes, Fernanda, Jessica, Antonella, Jessica y Gabriela.

Testimonios

¿Qué sentiste cuando te dijeron del traslado de comunidad?

Cuando supe que me trasladaban de comunidad tuve varios sentimientos, la alegría de poder acompañar a la comunidad educativa de Soto de manera presencial y por otro lado la tristeza por tener que partir de casa madre. Ésta fue una comunidad en la que sólo viví un año pero aprendí muchísimo de cada hermana.

¿Qué es lo que más te costó en este cambio?

Lo que más me costó fue dejar la comunidad anterior. Irme de casa madre fue como un desgarro, un gran desprendimiento de las hermanas con las que compartimos la vida en un año tan particular, por la pandemia.

¿Cómo se vive la obediencia?

Con confianza en medio de la incertidumbre y los miedos ante lo nuevo, lo desconocido, los desafíos. Confianza tanto en Dios como en lo que nos confía la Congregación.

¿Qué creés que te pide Dios en esta nueva comunidad?

Creo que en esta nueva comunidad, Dios me pide que me entregue, poniendo los dones y talentos al servicio de los que él me confía, abrazando especialmente a los que más sufren. Y saber que para esto no estoy sola, Él está siempre presente y también las hermanas de la comunidad.

Mi nombre es hermana Fernanda, viví hasta el año 2020 en la Comunidad De María Inmaculada en la Ciudad de Las Varillas, Córdoba donde las hermanas tenemos un colegio. En enero de este año recibí un traslado al Hogar Virgen del Rosario del Milagro, en Córdoba Capital. En ese momento sentí fuerte esto que Dios le dice a Abraham: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré»   y me dispuse a acoger la gracia que Él quisiera darme a través de este pedido.

Humanamente “desarraigarse” en sí no es fácil, la verdad (como le pasa a todas la personas, cualquiera sea su estado de vida) se extraña mucho y da temor lo nuevo, lo desconocido. Para mí el traslado fue un tiempo de recoger lo mucho que Dios obra en la pequeñez de una, recoger los rostros, las personas, el tiempo dado, los afectos… Y ahí el milagro de que el corazón se hace cada vez más grande y dentro hay cada vez más personas por la cuales rezar y por las que agradecer. Puedo afirmar que Dios me permitió experimentar su Misericordia y la fecundidad de decir sí cada día entre luces y sombras. Verdaderamente en los días en que dejaba esa tierra conocida sentía que es real la promesa evangélica del ciento por uno y eso me animaba en mi camino de entrega a Jesús.

A su vez se dio que ese cambio de lugar venía de la mano de un cambio de modo de apostolado porque si bien las hermanas tenemos como carisma el servicio en colegios y hogares de nenas, las comunidades en las cuales me pidieron estar años anteriores eran educativas. La manera de abrazar a la humanidad doliente en un hogar me desafiaba de antemano y aún hoy que llevo unas semanas aquí me interpela. Pido al Señor la luz para ver cómo ayudar a las nenas pero a la vez me tranquiliza ver que a ésta la hacemos todas las hermanas buscando vivir primero en auténtico espíritu de comunión en lo concreto del diálogo y la oración común que nos permite buscar el  bien de las niñas y adolescentes.

Hoy creo que Dios me pide fundamentalmente vivir la gratuidad, el servicio y el darme “a tiempo completo” con las nenas y las hermanas, al modo lo voy descubriendo con aciertos y errores. Veo que se trata de buscar el bien y de abrazar desde lo que una es…

Le voy pidiendo cada día a Dios que me muestre sus caminos como dice el salmo y experimento en la cotidianeidad del hogar cómo Cristo se hace presente permanente y llama a la puerta incluso a la madrugada! (hora en la que aparecen dolores de panza u otros para aliviar).

Si bien el apostolado es nuevo y está la tensión de aprender, experimento alegría de poder hacerlo junto a las hermanas: eso aparta el temor a equivocarse en la tarea y a su vez me siento cuidada, respaldada.

Agradezco conocer otra manera en que como consagradas preparamos el corazón y la inteligencia aquí, con la niñez y adolescencia más frágil y a su vez creo que Dios me pide que descanse en Él y reciba la ternura y simpleza de las nenas y la comunión con las hermanas.

 Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad. Sal 39

Antes de leer la circular en donde aparece la formación de las nuevas comunidades 2021, ya presentía que habría un cambio en mi vida. Una vez leída quedé sorprendida, nunca imaginé que fuera mi destino Corrientes.

Durante el tiempo de vacaciones, rezaba y pedía a Jesús crecer en la disponibilidad, que hiciera mi corazón más disponible para su Voluntad. Me estaba preparando para este cambio, creo que vivo la obediencia de esta manera, sabiendo que es la Voluntad de Dios en mi vida, aunque a veces no la entienda por completo, confiando en que donde el Consejo General me envía, es el lugar donde Dios me confía la misión de abrazar a la humanidad doliente.

Lo que más me costó fue salir de la provincia de Córdoba, con el temor de ir a un lugar desconocido, con una sensación de estar lejos de la Congregación, de las hermanas. Pero después de unos días en mi nueva comunidad, en mi nueva casa, redescubrí que Jesús está conmigo a donde vaya, y también las riquezas del carisma y la fraternidad trascienden la distancia.

En esta nueva etapa, en este nuevo lugar, esta nueva comunidad, siento una invitación grande de Dios a entregarme más a su misión, a dar de lo que he recibido, y poner al servicio los dones que me regala. También a vivir la fraternidad de una manera nueva recreadora, renovada.

Cuando me dijeron del traslado de comunidad lo primero que sentí fue: sorpresa, porque hacía poco que estaba en Villa de Soto, durante ese año en curso, y si bien hubieron algunas dificultades al principio, agradecimos con las hermanas de comunidad el haber podido sortear obstáculos juntas; también pensaba en que comenzaba a conocer el lugar, la gente un poco mejor y empezaba a proyectar más sobre lo que podíamos hacer juntos.

De todas formas, más allá de la sorpresa inicial no me fui triste de allí sino en paz, porque habíamos podido sortear obstáculos en comunidad como ya dije, y nos conocimos y compartimos intensamente con chicos y profes más allá del desafío de la virtualidad.

Siento que no me ha costado tanto este traslado como el anterior, porque en ése el tiempo transcurrido fue mayor y mayor el compartir.

El traslado de hoy, al Hogar del Carmen de La Rioja, fue, es, algo nuevo en dos sentidos.

Por un lado el lugar, de los años en la Congregación he vivido siempre en Córdoba: en Santa Rosa de Río Primero, en Córdoba Capital, en Villa de Soto, pero siempre en Córdoba; recordaba cuando hace casi 10 años iba desde Corrientes a Córdoba para ingresar a la congregación y lo mucho que había sufrido esa distancia, esta vez era parecido, una nueva provincia, ¡La Rioja! Y a su vez tanto en aquella oportunidad como en esta Dios me acompañó, las hermanas me recibieron muy bien y el resto de las personas que ví también, y sentí clara la presencia de Dios a través de una reliquia que me llegó providencialmente a días de haber aterrizado aquí, del Beato Carlo Acutis, al que le tengo un profundo cariño.

Y en segundo lugar lo nuevo es el apostolado, conocí a las hermanas por un voluntariado en el Hogar Sagrado Corazón de Corrientes, pero desde allí en la Congregación siempre estuve en comunidades educativas, el colegio es un lugar hermoso para “Preparar” como dice nuestro Padre Reginaldo, y para “Abrazar” a los niños y jóvenes en medio de los desafíos actuales, es un lugar de predicación que amo pero a su vez lo único conocido, por eso el hogar es un desafío nuevo para amar.

Creo que la obediencia se vive simplemente confiando en que Dios quiere algo con lo que pide en cada momento, con los lugares a los que nos invita ir y con las personas con las que nos invita en ese momento vivir y relacionarnos, me conforta pensar que Dios ve ahí donde yo no veo, y quiere algo ahí donde me pone. La obediencia es confiar en Dios, en que Él saca algo bueno siempre, es confiar como confió San José que como dice el papa es el hombre de los sueños pero con los pies bien sobre la tierra.

Creo que en esta comunidad del hogar Dios me pide amar, amar más, desde el corazón, abrazar la niñez frágil, vulnerable y abandonada, en el medio de la vida de cada día, de lo cotidiano e íntimo de lo que vivimos en el hogar como nuestra casa, eso más que nada, pero también me invita a seguir acompañando las inquietudes de los jóvenes de hoy como antes en los colegios (en el hogar hay además un pensionado de universitarias) y a seguir creciendo en fraternidad con las hermanas en la comunidad.

Se lo confío a San José en su año y a María, en su advocación querida por el pueblo riojano, del Carmen.

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